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Ají tití en Haití

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Desde hace unos años, he tenido que abordar el tema del pueblo haitiano. Siempre lo he comentado en el más alto grado de humanidad que me caracteriza y mediando por un bienestar mejor para ese país sufrido.   

La situación actual de Haití, está fuera de control ante un planeta convulsionado en diversas partes, por lo que “este”, como siempre ha sido, no es un asunto importante. Sin embargo, si lo es para el único país vecino que tiene, la República Dominicana.   

La frontera se ha visto en los últimos días asediada de eventos violentos y de turbas descontroladas. Y no es para menos. Haití está viviendo un caos de gobernabilidad que la puede llevar a desembocar en una cruenta guerra civil.  

Pandillas armadas han tomado territorios ante un ejército aminorado e indisciplinado y además, mal pagado.   

Hay pueblos que no deben tener el derecho a elegir a sus gobernantes, ya que no tienen la capacidad de “discernir” ni la consciencia clara ante lo que es bueno y lo que no.   

El orden, la disciplina, la moral, lo ético, la educación intelectual son factores indispensables para que una nación pueda sostener las condiciones de vida que se requieren para fungir en armonía.   

Un estado fallido necesita reinventarse y en el último de los casos, clausurar todas las funciones e invocar el auxilio de los pueblos del mundo en vías de solucionar el asunto.   

Si las propuestas no son factibles o aceptadas, entonces se declara la disolución del estado y sus ciudadanos pasan a convertirse en “terrícolas” sin identidad de origen.   

Ante esa situación, se requerirá la distribución equitativa de todos los que deseen emigrar. De doce millones de haitianos les tocaría a cada uno de los 195 países que hay, 61 mil nuevos ciudadanos.   

El territorio haitiano entraría en una especie de limbo hasta que se den las condiciones apropiadas que determinen si se anexa al país vecino o se declara tierra en periodo de recuperación forestal.   

Aunque este pudiera parecer un escrito cínico no lo es. Nunca he sido partidario de los nacionalismos ni sentidos de pertenencia. Cuando algo no funciona hay que arreglarlo o botarlo.   

Cualquier matrimonio, empresa, gobierno o país que no funcione hay que soltarlo en banda. Novio, novia, mujer, hijo, ¡lo que sea! ¡Pa fuera! La vida debe ser práctica y funcional. ¿O es que acaso no se larga la gente?   

En el año 2017 se mudaron de su país de origen más de 258 millones de personas, en el 2020 fueron más de 272 millones y cada año cambian de nacionalidad más de cien millones de terrícolas, así que esto no es nada nuevo…   

Tengo la certeza de que si se les permite a los haitianos salir sin necesidad de visa, se irían más del 80% de sus ciudadanos.   

Pero no es algo exclusivo de ellos. 18 millones de ciudadanos de la India han salido de su país, 11 millones de mexicanos, 10 de rusos, 8 de sirios y así hasta llegar a los 195 países del mundo.   

Hay emigrantes de todas partes y hacia todas partes también. Argentina, México y Colombia, por ejemplo, recibieron a más de 6 millones de inconformes con su país de origen.   

Estados unidos consta de más de 46 millones de inmigrantes a su país, es decir, de cada 100 gringos hay 7 que no lo son y de esos 93 gringos la mitad son hijos de inmigraciones recientes.   

Volviendo al dilema haitiano, el mundo debe de estar consciente que el vecino de al lado no podría soportar esa carga, ya que expondría su misma identidad y existencia.  

Se requieren tomar medidas urgentes que eviten la confrontación y el “desmadre”.   

Si Haití desea continuar como nación libre y soberana, amerita dotarse de una dictadura que imponga el orden, por lo menos por un periodo específico.   

Haití, como todos los pueblos del mundo, goza de una gran mayoría de gente buena y noble. Gente desesperada e impotente ante una minoría que la ahoga.  

Es la hora del ají titi en Haití, ¡un trago amargo y picante de una! Antes que se pierda por completo la nación.

 ¡Salud! Mínimo caminero 

Máximo Caminero