SANTO DOMINGO, RD.- Cuando a las 9:45 de cada noche Carlos Montero ( Maclón) bajaba la intensidad de la luz eléctrica, yo debía estar recogido en casa, antes de que a las diez apagara “ la planta” , y evitar así la preocupación de mi mamá y el reproche de papá, que consideraban esa hora límite para mis correrías de adolescentes en el batey 6 de entonces, por lo que me dedicaba a sintonizar en un radio de baterías el programa “ Por la ruta musical Brugal”, que por radio Barahona realizaba Milcíades Vargas, de quien oí la más impactante presentación, por su sencillez, cuando lo anunció: “ De Tamayo, Cheo Zorrilla “.

De la canción presentada ya casi a las 11 de esa noche, al cierre del programa, apenas recuerdo algunas letras que me refieren a un homenaje adelantado a la Música, la que sería su pasión y entrega más permanente, por la que se dio a conocer y a través de la cuál expresó todo su mundo interior, expresión de una manera y una conducta que resaltaba por su humildad, por el respeto y daba cabida a una disposición de enraizada solidaridad, de tolerancia inmensa, de esperanza permanente por el entendimiento entre los humanos a través del amor, de la devoción, de la gratitud.
Para esa época, ya él vivía en La Capital adonde se había trasladado para estudiar en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en un ambiente en el que la intolerancia cerraba paso por cualquier medios y circunstancias a la posibilidad disidente, y yo, estudiante secundario en el liceo de Tamayo, conocí un texto – poema suyo:” Si vas a mi pueblo, amigo” , en el que describía calles, actitudes y disposiciones que apuntaban a esbozar la templanza del pueblo y de uno de sus hijos, quién era perseguido entonces, Plinio Matos Moquete.
Y es que su carácter sosegado, ecuánime, bullía con una sensibilidad que, así como se expresaba en canciones hermosas y tiernas, también cobijaba una atención advertida si consideraba alguna pretensión de menoscabar la convivencia estimada, la que es necesidad permanente, aunque a veces fuera reclamada con respuestas acordes, que hicieran notar que todo tiene límite, aun en el respeto merecido, que es indispensable garantizar.
Su vida- tal como la resume alguien que lo conoció muy bien y desde siempre-, más que la de músico, de estudiante, de funcionarios ( trabajó más de 30 años en dependencias del Estado) fue conflictiva también “ porque la vida lo empujó muchas veces a escoger, a renunciar temporalmente a lo que amaba por lo que debía”, sin importarle haber escrito canciones como Apocalipsis, Al Nacer cada enero, Mi Cirineo, También los hombres de rabia lloran, cantadas por Danny Rivera, Fernando Casado, Lucha Vicioso, La Sophy y de esa categoría.
Por ser él de Tamayo y yo de batey 6, circunstancias y algunos empeños comunitarios nos hicieron compartir en ocasiones donde el ambiente se prestaba para satisfacer aquella curiosidad, que hoy, la muerte siempre devastadora, me recordó que nunca pude hablarle de aquella presentación que le hiciera el locutor barahonero, ni tampoco precisar las estrofas de la canción por la que comencé a conectar con él.
Por Alfonso Tejeda







