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El peligro de Tokischa

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Las élites tienen la epidermis muy sensible. En tanto quintaesencia del orden establecido, se auto perciben como las principales perjudicadas de su alteración, no solo en los hechos, sino también ante cualquier intento subversivo de ruptura social.  Tokischa  representa todo eso: quiebre. La sociedad lo intuye, tiene miedo y la rechaza, ella lo sabe y lo instrumentaliza.

Occidente es una sociedad renuente a la autocrítica, y persiste más en definir el orden a partir de la proyección de su marco de pensamiento, que repensar su evolución cotidiana; por ello, lejos de reflexionar sobre las causas, se delecta en las consecuencias y revictimiza a sus víctimas, convirtiéndolas en héroes. Para el establishment siempre será más fácil criticar lo simple que analizar lo complejo; cuestionar las afrentas explícitas de unas letras hacia lo estatuido, que reflexionar sobre las condiciones que dan origen a las mismas.

Jamás se ha invertido tanto en educación como en los últimos diez años y, sin embargo, la prueba del fracaso en la gestión de ese modelo educativo son esas letras; la mejor evidencia de que quienes dirigieron los destinos del país por décadas fueron incompetentes y no pudieron (ni quisieron) construir una sociedad incluyente, solidaria, responsable, que no arrojara a la violencia de la calle a una niñez desvalida, proveniente de hogares disfuncionales y rotos, son esas canciones.

El peligro no es el efecto corruptor de sus letras en la moral y valores de la juventud, no. No nos engañemos, ya no hay nada que corromper pues todo está corrompido. Las élites políticas convirtieron a la juventud dominicana en una masa amorfa que solo espera (ironía) la levadura apropiada para fermentar y convertirse en otra cosa; y ese es el desafío, pues una lectura alternativa del fenómeno Tokischa es que vivimos en una sociedad/época en la que cualquier manejador oculto puede escoger un producto/talento (“artístico”, en este caso, pero que bien pudiera ser “político”) que se ajuste a las preferencias de los consumidores/votantes, empaquetarlo en la forma adecuada, venderlo por los canales masivos de comunicación y posicionarlo en apenas meses a niveles insospechados. Solo hace falta audacia, decisión, recursos y un buen proceso de observación, diagnóstico, selección… lo demás correrá solo, y muy rápido.

Los políticos tradicionales dirán que no, y se escudarán en los discursos partidarios y clichés como “hay que bajar a la base” o “defender el voto” … y esa será la mejor prueba de que aún no entienden nada.

Federico A. Jovine Rijo