SANTO DOMINGO, RD.- En una entrega anterior comentábamos la descripción plasmada por la periodista y escritora Emilia Pereyra en su reciente novela Cuando gemía la Patria, sobre una novia que tuvo el patricio Juan Pablo Duarte, de nombre Prudencia Lluberes, Nona, con la que intercambiaba cartas, de las cuales algunas aparecen en la obra.
El relato refiere el impacto de Nona en el joven Duarte desde el instante en que la vio por primera vez, cuando “caminaba de manera acompasada, moviendo con gracia su linda pollera de algodón, junto a otra joven por la Calle del Comercio, una mañana dominical, a pleno sol, poco después de que concluyera la misa en la Catedral”.
Como reacción al encanto femenino, el patricio en ciernes indaga sobre el círculo social y familiar con la dama, haciéndole llegar una serie de correspondencias que en principio no logran respuestas. Pero quiso el azar que se encontraran en un mercadillo en el momento que Nona está a punto de caer al tropezar con un vendedor de cajuiles, y es el enamorado que la sostiene “en sus brazos para evitar que cayera”.
“Nerviosa, Nona lo miró sorprendida, y Juan Pablo le sonrió. En aquel instante providencial, le agradeció el gesto. “Qué casualidad, comentó ella. Y él le respondió: “Obra del destino. ¡Quería conocerte, Nona! A ella le pareció una feliz nota musical escuchar su nombre en aquella voz varonil”.
Pereyra le da un trato más terrenal y carnal a la relación de quien fuera luego declarado Padre de la Patria, que el que le dispensara al mismo noviazgo el escritor y político Joaquín Balaguer, en su novela El Cristo de la libertad, aunque la atracción recíproca de los enamorados no pasó de un tórrido epistolario.
Balaguer refiere que Duarte “tuvo en su juventud una novia a la que quiso con ternura, pero que murió soñando con su noche de bodas y suspirando por la guirnalda de azahares”. También destaca que el patriota vivió, como Jesús, “una virginidad sagrada”, que “no conoció mujer alguna”. Son palabras mayores
POR FRANK NUÑEZ







