SANTO DOMINGO, RD.- Entre las grandes debilidades que caracterizan a la raza humana figura no estar preparada para aceptar la realidad de la muerte. Tal vez eso explique por qué los grandes reconocimientos a figuras destacadas en la sociedad, como es el caso del escritor José Rafael Lantigua, al conocerse su fallecimiento, lo que ha llenado de luto a la comunidad literaria y cultural de la República Dominicana.

Pero lo cierto es que deja un sentimiento de tranquilidad cuando pudimos conocer a la persona que se ha marchado para siempre y reconocerle públicamente sus virtudes, como pudimos hacerlo en este espacio y otros medios, desde que nos conocimos hace cerca de cuatro décadas en la redacción del desaparecido diario Última Hora, donde quien escribe trabajó durante varios años como reportero y el escritor nacido en Moca el 17 de septiembre de 1949 publicaba el suplemento Biblioteca, esperado semanalmente por todos los dominicanos amantes de la literatura y de la lectura en general.
En varias entregas de esta columna destacamos la labor literaria de Lantigua, como ocurrió el 3 de marzo del 2014, tras la publicación de su poemario Territorio de Espejos, donde reconocíamos en sus versos la asimilación de lecturas de poetas universales como Rilke, Byron, Apollinaire, Mallarmé, Huidobro, Neruda, Vallejo, Pessoa, Paz y Manuel Rueda.
Nos quejábamos aquella vez de que al mocano no se le diera el reconocimiento acorde con su talento, suerte que suele darse con quienes se dedican a promover las obras de los demás, citando los casos de Contín Aybar, Comarasamy, Mora Serrano, Rosario Candelier, y más recientemente Fornerín.
En julio del 2017 comentamos su poemario La fatiga invocada, donde reiterábamos nuestra admiración por la creación poética de Lantigua, como lo hicimos en julio del 2015, cuando publicó cinco voluminosos tomos con sus trabajos críticos de veinte años.
Y es que Lantigua, quien muere sin haber recibido el Premio Nacional de Literatura, nos dio una lección de nobleza cuando ponderó públicamente una obra nuestra de juventud, sin conocernos siquiera. Honrar honra, definitivamente.







